martes, 15 de octubre de 2019


 BATERÍAS DE COSTA

     Hace unos días decidí ir a visitar una batería de costa, es decir, un lugar artillado, preparado para defender la costa con enormes cañones capaces de alcanzar largas distancias para mantener a buques de guerra enemigos alejados de nuestras playas, defender puertos militares u ofrecer un pasillo libre de peligros a submarinos propios o aliados.
     En este caso se trata de tres cañones de costa Vickers-Amstrong 381/45 Mark B modelo 1926, fabricados en Inglaterra para equipar un acorazado brasileño que no llegó a construirse. España, siguiendo el plan de Primo de Rivera adquirió 18 de estos gigantescos cañones en 1926. España obtenía de esta manera los cañones más grandes de su historia por un valor de 113.000 libras por unidad. Con estos monstruos de acero España obtenía los cañones más avanzados de la época para la defensa de nuestras costas.

Cañón de Costa Vicker-Amstrong 381/45 Mark B modelo 1926
  Los ocho primeros cañones adquiridos fueron montados en la base naval de El Ferrol, cuatro unidades en la base naval de Cartagena y 6 unidades finales en la base naval de Mahón. Posteriormente se trasladaron a Paloma Alta (Tarifa) 4 unidades desde el Ferrol al ser desartillada una de sus baterías, una de las cuatro se rompió en el traslado y estas tres baterías son las que he visitado aprovechando su proximidad. 
     Estos cañones tenían un alcance máximo de 35.100 m de distancia. Lanzaban proyectiles de 885 kg de peso con una velocidad de salida de 762 m/seg. y una cadencia de disparo de dos proyectiles por minuto, algo que debería dar mucho miedo si al que disparaban era a tu barco. El tubo mide 17,671 m..

Comparativa de tamaño
     Las únicas baterías que abrieron fuego durante la guerra civil española contra el enemigo fue el 7 de marzo de 1939. La batería de "Las cenizas" en Cartagena disparó contra la flota rebelde la cual se vio obligada a emprender la huida.
     Tras mucho leer vi que las baterías de Punta Palomas estaban abandonadas desde 2008. Preparé mochila, equipo de fotos, algo de picoteo acompañado de un buen vinito y salí listo para un largo viaje. El día soleado, con un poco de aíre pero no excesivamente caluroso. Paré repetidas veces por el camino y sobre la una de la tarde llegué al lugar. Las concertinas militares cerraban el paso por la puerta principal, "Vaya, un viaje en vano" me dije. Dejé el vehículo y me di una vuelta por la zona.
     Contemplé un hermosos paisaje cargado de vegetación con el mar de fondo. Encontré a un señor muy mayor, con su gorrilla campera calada hasta las cejas, una camisa azul y blanca a cuadros perfectamente planchada. Doblado por la edad y el duro trabajo. Con profundas arrugas en su rostro y una mirada tranquila, acogedora. Charlamos un rato, sin prisas y me indicó por donde debía caminar para alcanzar las baterías. Quince minutos de marcha por una vereda bastante buena pero con mucha arena. Seguí entre la vegetación las numerosas huellas de bicicletas y llegué sin darme cuenta a un camino asfaltado. Tomé a la derecha. como me había indicado el abuelo, a mi izquierda quedaba un grupo de edificaciones todas abandonadas, maltrechas. Numerosas vacas pastaban por todo el lugar. 
     Recordé historias de la Segunda Guerra Mundial, tras el desembarco de Normandía. A los aliados les encantaba ver las vacas pastando libremente por el campo y me dije con sorna, “tranquilo, aquí minas no hay”, El abuelo me indicó que era zona militar pero que se podía pasar sin problemas. Antaño el lugar estuvo bien custodiado por los militares. 
      Lucas, mi perro, un Border Collie, pastor por naturaleza,  no dejaba de mirar al desorganizado grupo de vacas y se le veía con ganas de echar a correr para juntarlas y ordenarlas tal como hace esta especie. Por contra las vacas lo miraban y se perdían entre la densa vegetación para salir a una cierta distancia. Lucas tiraba con insistencia de la correa para realizar el trabajo que su instinto le encomendaba. Resultó ser una divertida situación en la que no hubo consecuencias 
     Al cabo de un rato me encontré con la batería número tres. Antes dejé a un lado varios edificios en ruinas, todo desmantelado y abandonado. Una verdadera pena, pues todo esto podría prepararse  como un museo al aire libre, donde aquellos que estén interesados en nuestra historia y en la historia militar podrían visitar, es lamentable que no podamos disfrutar de lugares así en los que la dejadez y abandono empobrece tan magníficos recintos. En Ferrol, en Cartagena y en Mahón es posible su visita, pero eso a mi me queda particularmente lejos de casa.
Portón de acceso a la casamata
El lugar es precioso por su abundante vegetación y las vistas del mar. Africa enfrente, el Atlas visible y nevado y… una mole de acero inmóvil, dormido en el tiempo. A pesar de su inmovilidad, de saber que no volverá a abrir fuego es apabullante su porte. No pude dejar de mirarla durante unos minutos desde el exterior de su demarcación. Poco a poco recorrí la distancia que me separaba y me vi empequeñecido por semejante mole. Le di varias vueltas observándola detenidamente, con tranquilidad, tocando con mis manos el tubo, la casamata, la grua... sintiéndola.
     Vi una rendija en la puerta trasera del carapacho y miré a través de ella. Pude ver el tubo al que le falta el cierre y los mecanismos y mandos que servían para disparar. Como pude enfrenté el objetivo del teléfono móvil y realicé varias tomas, no son de calidad pero deja constancia de como es, a mi con eso me sobra aunque no dejaría pasar la oportunidad de estar dentro. Habrá que visitar sus hermanos del norte que allí está todo al completo. Nada más acercarte, y a pesar de los años que lleva en el olvido aun huele a gasóleo y grasa. Los olores aquí dentro debieron ser una pequeña tortura, y si añadimos el fuerte olor de polvora y añadimos a este particular coctel los gases que se generan tras el disparo de los proyectiles debió ser un lugar poco acogedor, aunque se dice que todo es acostumbrarse...
Interior de la casamata. Se aprecia la falta del cierre del sistema









Cañón nº 17 de la firma inglesa Vickers Limited, fabricado en 1930.
     Estos cañones se instalaban por parejas pero al desmontarlos en Ferrol y trasladarlos a Paloma Alta uno de ellos se partió quedando esta batería con los tres cañones que podemos ver. Para trasladar a estos mastodónticos ejemplares las obras a realizar eran faraónicas, esto incluía la realiación de caminos o carreteras para evitar el paso por poblaciones, instalación de vías férreas, maquinaria especial e incluso construcción de puertos para su traslado y pozos de 7 metros de profundidad para su instalación definitiva, amén de una importante dotación de personal para su custodia y emplazamiento.

Base de rotación de la batería número 2. Frontal de la casamata
Continué por el camino asfaltado hasta dar con la batería nº 2. Esta está en peor estado, la pintura es pobre y está dejada, casi borrada. La plataforma está oxidada y apunta su tubo hacia el mar de Alborán, lo mismo que la tercera batería. El Peñón de Gibraltar podía ser alcanzado con facilidad, o toda la costa norte de Marruecos, desde Tanger hasta Ceuta. La verdad es que da que pensar…
Me paré un rato también para contemplar esta segunda batería, vista la anterior ya no te impresiona tanto. la primera impacta pues quea oculta entre la vegetación reinante y la encuentras de pronto, pero no por eso deja de ser impresionante también. Di una vuelta completa, realicé unas fotografías y continué hacia la posición de la baterí nº1 

Me dirigí al bunker de mando, observación y telemetría.

Bunker de mando observación
Los huecos para que el telémetro y los de observación han sido tapiados con ladrillos como podemos observar. Ya no hay equipo para la realización del disparo de la batería, todo ha sido desmantelado y trasladado, a excepción del anclaje donde se ubicaba el telémetro. 

Sala de telemetría

Anclaje del telémetro

Sala de mando




Desde este elevado enclave la vista del mar y la costa africana es fantástica, está ahí mismo... y cualquiera de los proyectiles que estas baterías lanzaban podía cruzar todo el estrecho.

Cañón mirando a Africa

en tan solo unos pocos segundos, pudiendo sobrepasar el Peñón de Gibraltar.
     Los huecos para el telémetro y los de observación han sido tapiados, y ya no hay nada en su interior, a excepción del anclaje donde se encontraba el telémetro, aparato este que servía para calcular la posición del buque objetivo y determinar los cálculos para el disparo e impacto. La vista del mar y de la costa africana es fantástica, está ahí mismo… y cualquier de los proyectiles podrían cruzar todo el mar en unos segundos.
Me sorpendió también la puerta de entrada al foso donde se asienta la batería, de acero, fortificada y con numerosos cierres para su ajuste y evitar que se entre con facilidad.


     La primera batería me impresionó más, no por su pintura, ni por su estado de conservación, que no es malo, si no porque esta apuntaba directamente hacia el mar. Aquí puedes sentir como acecha a los barcos que pasan por el estrecho, todos podrían ser alcanzados sin problemas. Me subí sobre la casamata y me senté allí un rato, viendo pasar varios barcos mercantes y dos petroleros, además de otros barcos y barcas de pesca.


Batería nº 1. Se observa la plataforma giratoria y las dimensiones del pozo de la batería
     Mientras me comía el bocata no dejaba de pensar en un enfrentamiento durante la segunda guerra mundial, recordemos que éramos aliados de los nazis y que por aquí debieron pasar multitud de

de barcos de guerra de los aliados. ¿cómo se hubieran desarrollado los acontecimientos? ¿hubieran ocurrido encarnizados combates? ¿Los submarinos alemanes que operaban en el mediterráneo cruzarían el estrecho con total impunidad?… no sé, con estas elucubraciones acabé con el bocata, recogí bártulos y emprendí el camino de regreso.


     En estas andaba cuando me encontré una alambrada con su correspondiente concertina desplegada. Al rodear dicha barrera (solo está cortado el camino y se rodea con suma facilidad) me encontré un cartel que indicaba que estaba en un terreno militar, el único cartel que vi en toda la mañana.
Cartel que nos advierte que estamos en terreno militar
     Después de ver como estaba todo, de abandonado, de derruido, de vandalizado me reafirmo una vez más en la idea de que la única huella que debemos dejar de nuestra visita a este (u otro) lugar son las fotografías que se vienen con nosotros en nuestra cámara. Hemos de respetar los lugares y dejarlos, como mínimo, tal como lo encontramos. Es un beneficio para todos. 

Concertina militar
     Por último, os dejo un enlace a un documental de la 2 donde podréis apreciar el proceso de tiro de una de estas baterías caditanas. No os lo perdáis.







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